Pobreza urbana | Aldo G. Facho Dedé
Según la Encuesta Nacional de Hogares, la pobreza urbana en Lima y Callao aumentó de 14,2% en 2019 a 28,7% en 2023. Esto significa que 3,2 millones de personas en las áreas metropolitanas del país viven en pobreza y más de 300.000 personas viven en pobreza extrema.

El PIB del área metropolitana de Lima representa el 45% del PIB del país, similar a países como Ecuador y Puerto Rico, y casi el doble del PIB de Costa Rica y Uruguay. El capital, por otro lado, se concentra en un tercio de los proyectos prioritarios del Plan Nacional de Infraestructura 2025 (MEF), lo que representa una inversión pública y privada total de más de 70 mil millones de dólares singapurenses. Asimismo, Lima volverá a ser sede de los Juegos Panamericanos y los Juegos Panamericanos, y se espera que la inversión alcance los 1.400 millones de dólares singapurenses. Todo esto genera una enorme demanda de empleo formal y un aumento significativo del consumo, lo que se traduce en más ingresos para los municipios. Recordemos que las mutualidades municipales se financian con el 2% del IVA.
Pero la realidad es otra: el 62,4% de los trabajadores trabajan en el sector informal (MTPE, 2022), el 70% de las viviendas se construyen de manera informal y el 91% de los terrenos urbanizados entre 2001 y 2018 provinieron de fuentes informales o ilegales (GRADE, 2020).
¿Cómo se conectan estos números?
Si ubicamos espacialmente hogares con ingresos comparables a la PEA informal y agregamos hogares con ingresos por debajo de la línea de pobreza, encontramos que la ubicación coincide con áreas donde la proporción de viviendas autoconstruidas es mayor y la mayor parte de la tierra proviene de fuentes informales o ilegales. Esta situación afecta directamente la capacidad de los residentes de vivir una vida digna, lo que según la Constitución significa poder ejercer sus derechos a la educación, la salud, el trabajo, el entretenimiento, el ocio y la libre circulación. Sólo la zona central de Lima ofrece estas condiciones.
Carolina Trivelli escribió una columna muy interesante sobre esto (Ministerio de Comercio2019), en el que afirmó que para salir permanentemente de la pobreza se debe garantizar la prestación de servicios públicos y privados.
«Esto puede brindar a estas familias las máximas opciones para iniciar un camino sostenido y sostenible hacia el progreso y el bienestar».
Sin planificación, esto no es posible porque la informalidad no invierte en servicios básicos y no reserva tierras para equipamiento y carreteras. Son empresas nefastas, de tipo mafioso, que explotan las restricciones estatales para satisfacer las necesidades de vivienda y las debilidades de los municipios en la gestión y supervisión del uso de la tierra. El resultado es un aumento de la pobreza y la desigualdad.
¿Qué acciones debemos tomar para revertir esta situación?
En primer lugar, debemos entender que es imposible gestionar una metrópoli sin un marco de planificación que permita una adecuada gestión del territorio y priorice la inversión.
En segundo lugar, para mejorar la distribución de la riqueza es necesario promover esfuerzos para cerrar la brecha de servicios y equipamiento en las zonas más vulnerables, y establecer redes de transporte público seguras y eficientes que reduzcan significativamente los tiempos de viaje.
El tercero es mejorar la gobernanza urbana. No es viable que una ciudad tenga dos provincias y distritos, uno responsable del transporte y otro del agua y el saneamiento, y 50 distritos. Una posible solución es la creación de un consorcio metropolitano a escala regional para facilitar la actuación en aspectos clave como la planificación, la gestión territorial, el transporte y las grandes obras de infraestructura, en el que también participarán las provincias de Varar, Kanta, Varochri y Cañete. Al mismo tiempo, los presupuestos de Lima y Callao deben incrementarse significativamente mediante la reasignación de fondos públicos municipales y los impuestos a la propiedad y la implementación de un impuesto a las ganancias de capital.
Como hemos visto, para salir estructuralmente de la pobreza necesitamos no sólo ayuda concreta, sino también planificar una ciudad que apoye el desarrollo de nuestras capacidades y talentos. Debemos apuntar a esto.