Conozca al arquitecto | Eduardo Domingo de Miguel

Llevo muchos años trabajando como arquitecto y he conocido a muchas generaciones de arquitectos formados en la Universidad de Navarra y muchas otras escuelas. Jóvenes o mayores, jubilados o recién titulados, navarros, iberoamericanos, españoles, europeos y asiáticos. Me doy cuenta de que esta formación ha generado una admiración creciente por ella con el tiempo.
Admito que no puedo ser arquitecto. Aunque tal vez, porque tengo una forma similar de razonar, también necesito lápiz y papel para pensar. Quizás eso fue lo que me permitió comprender mejor la esencia de esta profesión.
Creo firmemente que todos deben aprender, desarrollar y potenciar las habilidades que la naturaleza les ha brindado. Sólo aquellos que realmente se comprenden a sí mismos tomarán las decisiones correctas. Esto es garantía de éxito y le llevará a aprender mientras disfruta de la formación de su elección.
De la misma manera, el éxito al elegir estudiar, recibir formación académica y elegir o encontrar una carrera nos convierte a muchos de nosotros en unos privilegiados, incluso trabajador obsesivo. Para los arquitectos, multiplique ese índice por cien, y es una profesión que pocas otras profesiones son tan apasionantes.
Los arquitectos construyen, pero ¿cómo construyen los arquitectos?
Primero hay que enseñarle a leer. Piensa, comprende la proporción y el tamaño, y sé capaz de capturar la imaginación de tu mente con un simple lápiz. Luego hay que aprender a comprender al ser humano, la vida y sus necesidades, los clientes. En tercer lugar, hay que entender la historia: lo que se ha hecho y ha superado con éxito la prueba del tiempo y lo que no.
¿Qué mejores lecciones para aprender que las lecciones del éxito y el fracaso?
En cuarto lugar, hay que aprender tecnología: saber construir edificios fuertes, cómodos y que proporcionen sensación de bienestar, saber elegir los materiales y cómo utilizarlos. En quinto lugar, tienes que saber integrar todo ello en el lugar donde se ubica tu edificio en función del entorno, características climáticas, etc. Finalmente, utilizando tu experiencia, analizarás, sintetizarás y comprenderás las realidades y la información que tienes que plasmar en una obra arquitectónica: una casa, una plaza o una infraestructura municipal.
¡Qué maravilloso es entenderlo y procesarlo todo! Esto se consigue gracias a esta formación única, una de las más completas que existen. Una disciplina creativa que fusiona conocimientos científicos y humanísticos.
Echemos un vistazo al interior del cerebro de un arquitecto. Allí encontramos el proceso creativo: un retorno constante a cada idea. Un proceso en espiral sólo se detiene cuando es forzado, porque está impulsado por la creencia de que toda idea es siempre susceptible de perfección.
Me gustaría dejarles dos reflexiones a modo de conclusión.
El primero es en realidad un reconocimiento a todos los profesores de las escuelas de arquitectura de ayer, de hoy y de mañana, en especial a nuestros profesores del Instituto de Pamplona. Es por esto último que nuestros arquitectos, la mayoría formados en estas aulas, crearon esta maravillosa ciudad que tenemos. ¡Gracias!
La segunda surge de algo que una vez escuché decir a alguien: la arquitectura no es una profesión que se pueda aprender solo. En efecto. En la construcción siempre se trabaja en equipo. Cada miembro del equipo aporta lo mejor de sí a un conjunto completo de conocimientos, habilidades y actitudes que son tan diversos que sería imposible dominarlos a nivel individual. También debemos recordar que la arquitectura no es sólo un objeto de estudio. La arquitectura se vive, y se vive juntos: ciudades, pueblos, plazas, edificios, parques… se viven todos juntos, por eso es crucial ser conscientes de la obligación de servir desde el aula, guiados por un buen sentido del antropocentrismo, que debe ser siempre la base de la actividad del arquitecto.
Por todo ello, la arquitectura merece ser conocida, comprendida y respetada. Tiene sus ventajas y desventajas.