Casa Sitges / Román Izquierdo Bouldstridge


Descripción textual proporcionada por el arquitecto. El proyecto consiste en la rehabilitación de una casa con vistas únicas al litoral del Parque Natural del Garraf. El concepto principal gira en torno a una serie de preguntas: ¿Cómo puede la arquitectura provocar la contemplación del mar, el cielo y la naturaleza? ¿Cómo devolvemos a los humanos a su estado original de armonía con el entorno natural? ¿Cómo enmarcamos el paisaje y lo convertimos en una serie de imágenes en un espacio doméstico? El esquema utiliza la técnica de diseño japonesa de «Shakkei», que significa «paisaje prestado», para integrar el paisaje externo del jardín y convertirse en parte del mismo. Desde el principio la casa fue concebida como un lugar agradable para vivir.

Estructura, planificación y sostenibilidad. Inicialmente la casa estaba habitada únicamente en las plantas superiores, con una distribución muy compartimentada, con pasillos y estancias apenas comunicadas entre sí o con el exterior. La planta baja es un espacio independiente carente de luz y ventilación natural, con aperturas limitadas al exterior debido a la presencia de muros de piedra natural.


La primera intervención consistió en derribar la envolvente y estructura existente, restaurar la cubierta cerámica y retirar los compartimentos internos. El diseño hace uso de la estructura original, que consta de una serie de muros de carga longitudinales orientados al sur y al paisaje, creando un lenguaje arquitectónico poético que permite una funcionalidad flexible.

En la zona de día situada en la planta superior, el primer compartimento contiene el estudio; el segundo es la terraza, el comedor y la cocina y el tercero es el salón, la escalera, el baño y la sala de juegos; En la planta baja, la primera y segunda bahía contienen el porche, el vestíbulo, el dormitorio principal y el baño, mientras que la tercera bahía alberga dos dormitorios, un baño, escaleras y un lavadero.

La segunda fase implicó la creación de nuevos huecos y refuerzos estructurales en fachada y muros de carga internos para conectar las tres crujías entre sí y con el exterior. Esta operación dio como resultado grandes ventanales y antepechos interiores, generando cuatro ejes de circulación transversales que favorecen la ventilación cruzada y aportan una mayor sensación de amplitud visual.

Nuevas líneas de visión se extienden por toda la casa, desde el interior hasta el mar y las montañas, promoviendo un flujo continuo de umbrales y habitaciones conectadas con el paisaje. El proyecto optimiza la eficiencia energética de la vivienda, potenciando el flujo de luz natural hacia las zonas más profundas del interior, aprovechando también la inercia térmica de los muros de piedra.

Enmarca el paisaje. El diseño propone decisiones constructivas, estéticas y funcionales encaminadas a crear un lenguaje arquitectónico simple y unificado que dote al espacio de una nueva identidad. Las ventanas y puertas se conciben como un elemento unificador: un umbral invisible que conecta y separa los dos espacios, con el espacio intersticial intermedio enfatizando el concepto japonés de ma, el vacío a través del cual pasan la luz, el aire y las personas. Una serie de marcos de madera compuestos por listones macizos de castaño enfatizan las vistas del paisaje. Esta nueva composición pone a la naturaleza como protagonista, utilizando diferentes planos y proporciones para producir nuevos paisajes abstractos.

Los techos y paredes blancos contrastan con la madera y la naturaleza circundante al tiempo que realzan la luminosidad del interior. La interacción de las puertas correderas de madera, coordinadas con largas tiras horizontales que soportan rieles, se inspira en la estructura del panel corredero japonés «fusuma». Estos elementos se combinan con suelos de madera y muebles hechos a medida para crear un ambiente cálido y doméstico.


La presencia de plantas pretende extender la vegetación exterior a nuevos ambientes naturales interiores. De esta manera, el proyecto es una oportunidad para acercar a la humanidad a su estado original de conexión con la naturaleza. La dualidad entre materia viva y muerta; el verde de los pinos de la montaña contrasta con la madera que antaño formaba el tronco del castaño. Un paisaje entre lo orgánico y lo abstracto, desdibujando las líneas entre interior y exterior. El nuevo paisaje está lleno de calma y armonía, donde el juego de luces juega un papel poético.
