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Arquitectura deepfake: ¿reconstruir el pasado o allanar el camino para el futuro?

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Los avances en la tecnología digital están transformando casi todas las industrias creativas, desde el cine y los medios hasta las bellas artes y ahora la arquitectura. Así como los «deepfakes» en los medios se utilizan para recrear la imagen de las personas y organizar eventos virtuales, la arquitectura está atravesando su propia reinvención digital. Los avances en inteligencia artificial, aprendizaje automático y modelado 3D han aportado muchos beneficios a la arquitectura, siendo uno de los más interesantes y controvertidos la posibilidad de resucitar edificios perdidos. A medida que el patrimonio cultural se ve cada vez más amenazado por la guerra, los desastres naturales y la decadencia urbana, se están explorando estas tecnologías emergentes para preservar nuestra historia.

El término «arquitectura deepfake» encaja bien con este fenómeno, ya que la tecnología moderna permite la reconstrucción de íconos arquitectónicos. Sin embargo, mientras que los deepfakes tradicionales desdibujan la realidad y la ficción, las reconstrucciones arquitectónicas (digitales o de otro tipo) generan debates en torno a la autenticidad, la fidelidad histórica y la ética de replicar algo que ha perdido su estructura. La pregunta clave es: ¿deberíamos reconstruir el icono que falta?

El deseo de reconstruir edificios perdidos no es nuevo. A lo largo de la historia, muchas sociedades han reconstruido estructuras destruidas por guerras o desastres naturales, impulsadas por un sentido de responsabilidad histórica. Por ejemplo, la Frauenkirche de Dresde, Alemania, fue destruida en 1945 durante la Segunda Guerra Mundial. Después de mucho debate, este impresionante edificio barroco fue reconstruido durante diez años, de 1994 a 2005, según los planos originales del constructor Georg Bähr. La iglesia restaurada se convirtió en un símbolo de reconciliación. El casco antiguo de Varsovia también fue reconstruido tras haber sido destruido durante la guerra. A través de fotografías y registros, este sitio histórico fue restaurado a su apariencia original y ahora es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sin embargo, estos esfuerzos plantean la pregunta: ¿Puede la estructura reconstruida realmente reemplazar a la original, o es sólo una marioneta de la memoria?

Hoy en día, las herramientas de reconstrucción han evolucionado enormemente. La fotogrametría, por ejemplo, puede utilizar fotografías de archivo para construir con precisión modelos 3D de estructuras faltantes. Este enfoque fue fundamental para reconstruir el antiguo sitio de Palmira en Siria, donde se desarrolló un modelo 3D utilizando imágenes tomadas antes de su destrucción. La tecnología se puede utilizar para crear visualizaciones digitales detalladas de sitios web con un nivel de precisión que antes hubiera sido casi imposible.

BIM también está cambiando el aspecto de la restauración de edificios. Al incorporar modelos 3D en datos históricos, BIM ayuda a los arquitectos a reconstruir edificios con precisión estructural y al mismo tiempo tener en cuenta requisitos modernos como las normas de seguridad y la integración de tecnología. La restauración de Notre Dame de París afectada por el incendio es un gran ejemplo de cómo se puede utilizar BIM para combinar la precisión histórica con los estándares de construcción contemporáneos, garantizando la integridad de la estructura y su patrimonio.

La inteligencia artificial y el aprendizaje automático también están desempeñando un papel cada vez más destacado a la hora de llenar los vacíos en los datos históricos. este Proyecto RePAIR (Reconstrucción del pasado: la inteligencia artificial y la robótica se encuentran con el patrimonio cultural) Utilice inteligencia artificial y robótica para reconstruir los artefactos antiguos de Pompeya. Dos murales de 2.000 años de antigüedad están compuestos por decenas de miles de fragmentos y han permanecido intactos durante años porque eran demasiado complejos para que los humanos los volvieran a ensamblar. Gracias a los avances recientes en 2021, el análisis de inteligencia artificial de RePAIR y las imágenes escaneadas en 3D de cada fragmento predijeron con precisión cómo encajarían, proporcionando suficiente información para que un brazo robótico los volviera a unir.

En el ámbito digital, la realidad virtual (VR) y la realidad aumentada (AR) también brindan nuevas formas para que los arquitectos y el público participen en la reconstrucción. La realidad virtual permite a los arquitectos visualizar proyectos antes de que comience el trabajo real, lo que les permite explorar posibilidades de diseño en un espacio simulado, mientras que la realidad aumentada da vida a sitios históricos al superponer modelos digitales en entornos del mundo real. En sitios históricos de todo el mundo, la tecnología AR se utiliza para brindar a los visitantes una visión de las estructuras antiguas que alguna vez existieron, combinando el pasado y el presente de una manera inmersiva.

Imaginación digital de las calles de Pompeya, generada por Architizer a través de Midjourney.

Sin embargo, si bien estas técnicas aportan precisión y flexibilidad, también plantean cuestiones filosóficas más profundas. La capacidad de reconstruir digitalmente el pasado plantea la cuestión de qué podría perderse en la traducción. Los modelos digitales, por muy precisos que sean, nunca pueden capturar completamente la realidad física de un edificio: la forma en que interactúa con la luz, cómo sus superficies envejecen y se desgastan con el tiempo o el impacto emocional de permanecer dentro del espacio original. Aunque la reconstrucción digital es muy compleja, no deja de ser una analogía.

Por lo tanto, la reconstrucción digital corre el riesgo de reducir la arquitectura a un ejercicio visual, centrándose en la estética a expensas de las cualidades espaciales y sensoriales que, en última instancia, hacen que la gran arquitectura tenga significado. Si bien estas tecnologías ofrecen nuevas e interesantes formas de preservar e interactuar con el patrimonio construido, también corren el riesgo de simplificar demasiado las complejidades de la cultura material, proporcionando sólo una versión aplanada de la historia divorciada del mundo material.

La tensión entre fidelidad visual y autenticidad material está en el centro del debate en torno a la reconstrucción. Por un lado, estas tecnologías nos permiten recuperar el patrimonio cultural perdido de maneras que eran inimaginables hace apenas unas décadas. Por otro lado, nos desafían a reconsiderar el valor de lo que estamos recreando, ya sea el objeto físico en sí o simplemente la idea de un objeto de valor. ¿Deberíamos reconstruir o bastará con un modelo digital?

Una de las preocupaciones más comunes sobre la reurbanización o la “arquitectura deepfake” tiene que ver con la asignación de recursos. Estos proyectos pueden ser costosos, no sólo en términos financieros, sino también en términos de mano de obra, tiempo y experiencia. La pregunta que surge es si estas inversiones están justificadas, ya que de otro modo podrían usarse para preservar el patrimonio existente o promover nuevos proyectos de construcción.

Por ejemplo, el debate en torno a la reconstrucción de Palmira, Siria, plantea un punto importante. Si bien el escaneo 3D del sitio ofrece la posibilidad de realizar reconstrucciones muy detalladas, este esfuerzo conlleva importantes costos financieros y logísticos. Los críticos argumentan que, si bien la reconstrucción de Palmira restaurará un símbolo cultural, sería mejor gastar los fondos en estabilizar las ruinas restantes o proteger otros sitios patrimoniales frágiles en todo el mundo. Esto crea tensiones entre respetar la memoria de las cosas perdidas, promover los beneficios del turismo cultural y abordar la necesidad urgente de conservación del patrimonio en un contexto global más amplio.

Asimismo, otros creen que la reconstrucción sólo sofocará la evolución de la arquitectura. Con el tiempo, los pueblos y ciudades han evolucionado con las cicatrices de la historia, que es lo que los hace tan interesantes. Al reconstruir edificios perdidos, corremos el riesgo de impedir este desarrollo orgánico. Si nos concentramos en reconstruir lo que se ha perdido, es posible que estemos impidiendo que la ciudad avance. Luego está la cuestión de la memoria selectiva: elegir qué partes de la historia reconstruir. La reconstrucción del Palacio Imperial de Berlín está al frente de esta conversación, lo que genera controversia sobre el apoyo a narrativas históricas particulares y la potencial distorsión de la memoria cultural para las generaciones futuras.

La reconstrucción digital, por otro lado, ofrece una manera de preservar y experimentar la historia sin alterar el tejido de la ciudad. En un mundo virtual, los edificios pueden existir en un estado persistente y pueden ser explorados por cualquiera que tenga la tecnología. Esta dualidad –donde el patrimonio arquitectónico puede preservarse digitalmente, mientras que los entornos físicos pueden adaptarse al presente– podría ser la solución para preservar nuestro pasado sin obstaculizar el futuro.

En última instancia, si bien las reurbanizaciones ofrecen oportunidades interesantes para explorar la tecnología, fomentar el compromiso y desarrollar aún más la educación arquitectónica, deben equilibrarse cuidadosamente con nuestro entorno urbano a medida que crecemos y cambiamos. Quizás el mejor camino a seguir sea encontrar un equilibrio entre los dos, donde adoptemos el ámbito digital para la preservación y la memoria, mientras aprovechamos el mundo físico para catalizar la próxima generación de innovación arquitectónica.

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Arriba: una imaginación digital de las calles de Pompeya, generada por Architizer a través de Midjourney.

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