Edificio de oficinas Sarv/Grupo Tamouz de Arquitectura y Construcción


Desorden/Orden – Disperso/Dispuesto – Desorganizado/Organizado – Invisible/Visto – Invisible/Visto – Sombra/Luz – Cerrado/Abierto – Concha/Espacio. Estos conceptos opuestos estuvieron en el centro del desafío de diseño para el proyecto del Edificio Administrativo Sarv. El edificio se presentó originalmente al equipo de diseño para la aprobación de la fachada en junio de 2017, pero tenía problemas arquitectónicos únicos. Es una estructura parcialmente construida con una cobertura del 100% de la parcela, limitando el potencial de luz y ventilación natural hacia un lado (fachada sur). Esta limitación afectó gravemente el enfoque del equipo de diseño, ya que buscaban equilibrar las necesidades funcionales con consideraciones estéticas y espaciales.


Dada la forma original del edificio, era evidente que la fachada necesitaba mayor profundidad. Una superficie simple y plana no es suficiente. En cambio, la fachada debe evolucionar de una «cáscara» puramente protectora a un espacio intermediario que no sólo enmarque el edificio sino que interactúe activamente con su entorno. El lado sur presentaba un desafío complejo: tenía que ser semiabierto, permitiendo que la luz natural penetrara profundamente en el interior y al mismo tiempo protegiendo el espacio de la intensa luz solar directa. Además, tenía que lograr un equilibrio entre apertura y privacidad: lo suficientemente transparente como para conectar el edificio con el mundo exterior, pero lo suficientemente cerrado como para brindar una sensación de recinto y seguridad. Esta dualidad es clave: un espacio que puede ser «visto» desde el exterior pero «invisible» desde el interior, creando una interacción dinámica entre el interior y el exterior.




Para lograrlo, el límite entre el edificio y la ciudad se define mediante dos niveles diferentes. El primero, más cercano al interior, consta de grandes ventanales transparentes que permiten que la luz natural llene el espacio, mejorando la visibilidad y la apertura. La segunda capa es una capa exterior translúcida compuesta por barandillas de madera y jardineras de acero, formando una pantalla permeable. Esta capa exterior actúa como un filtro, regulando la luz y el flujo de aire al tiempo que proporciona a los ocupantes una sensación de privacidad. El espacio entre estos dos niveles se convierte en un área activa, parcialmente abierta, que cumple propósitos funcionales y estéticos y suaviza la transición entre el edificio y su contexto urbano.


Este lenguaje de diseño se extiende hasta el techo, continuando con el concepto de transparencia y translucidez en capas. El techo no es sólo un espacio funcional sino una parte integral de la interacción del edificio con la ciudad, proporcionando vistas, luz y aire mientras mantiene un grado de privacidad.


La cuidada organización de las fachadas y cubiertas se extiende al diseño interior del edificio. La disposición de las áreas de servicios, áreas públicas y sistemas electromecánicos sigue los mismos principios de estratificación, apertura e interacción controlada con el entorno. Cada elemento se integra cuidadosamente para formar un todo cohesivo: una respuesta arquitectónica que equilibra los contrastes y media las fuerzas opuestas dentro de un diseño unificado.
