La constructiva propuesta de deconstrucción de Zhu Siyu transforma el paseo marítimo de Manhattan
Reconfigurando Manhattan mediante la construcción y la demolición
«Deconstrucción constructiva» del arquitecto Zhu Siyu examina cómo los procesos de construcción y demolición dan forma a nuevas formas de espacio público Manhattan playa. El proyecto posiciona el edificio como un sistema temporal en lugar de un objeto fijo, basándose en estructuras utilitarias como andamios y vallas. Estos elementos se reinterpretan como mediadores entre cuerpo, estructura y paisaje.
La propuesta se centra en el Lower West End e introduce dos periodos temporales. Intervenciones En diversos sitios urbanos: demoler selectivamente el deteriorado Muelle 40 e instalar un refugio estacional autoensamblado en el parque James J. Walker. Juntos establecen un diálogo entre permanencia e impermanencia, proponiendo la arquitectura como un marco adaptativo que apoya el juego, el movimiento y la interacción cívica.

Estas intervenciones tuvieron lugar en dos parques del Lower West Side, Pier 40 Park y James J. Walker Park, dos de los muchos espacios abiertos del tejido urbano de la ciudad de Nueva York | Todas las imágenes cortesía Siyu Zhu
De reliquias industriales a paisajes recreativos
El Muelle 40, construido en 1962 como terminal de Holland America Line, ha sufrido múltiples mejoras, desde infraestructura de carga hasta estacionamiento y campos deportivos. Décadas de abandono han dejado la estructura en un estado de limbo entre la demolición y la reutilización. deconstrucción constructiva arquitecto Zhu Siyu respondió a esta condición de transición convirtiendo la demolición parcial en una estrategia de diseño.
La intervención eliminó losas, vigas y columnas seleccionadas de las juntas de expansión originales del muelle, exponiendo la luz natural en lo profundo de su interior. El vacío resultante crea un espacio de doble altura que alberga canchas de baloncesto, voleibol y tenis. La fachada frontal del muelle cuenta con redes y cercas, redefiniendo su muro perimetral como una extensión porosa del Hudson River Park. En esta red reconfigurada, senderos para correr y áreas de juego emergen de la lógica de la estructura existente, transformando la función del puerto deportivo de almacenamiento industrial a recreación cívica. Mediante resta en lugar de suma, el diseño transforma un artefacto industrial obsoleto en un marco abierto para uso colectivo, un entorno donde coexisten la memoria estructural y la actividad contemporánea.

Ambos parques están organizados alrededor de campos deportivos. Estas intervenciones exploran cómo la arquitectura media estos reinos y cómo estos reinos guían el movimiento humano.
Un dispositivo de montaje y desmontaje.
El parque James J. Walker, ubicado unas cuadras tierra adentro, contrasta con la deconstrucción del muelle. Este parque urbano compacto presenta patios dispersos y vallas antiguas, convirtiéndose en el escenario de un refugio ligero y autoensamblado. La estructura se compone de un marco de andamio y una malla tensada que se adapta al uso estacional: dando sombra al patio en verano, cerrando la zona de juego en invierno y retrayéndose completamente durante los períodos de inactividad. Sus operaciones siguen los ritmos cíclicos de la vida urbana, lo que permite que el parque funcione como un espacio social flexible. Este sistema de montaje y desmontaje enfatiza la reversibilidad y la reutilización, ampliando la capacidad del parque para acomodar actividades cambiantes sin causar cambios permanentes en el paisaje.

Cuando comienza el desmontaje, los barcos se llevan los componentes desmontados. Una vez finalizada la excavación, el siguiente paso es pavimentar y pintar. Lo nuevo nace de lo viejo, huellas y redes forman su arquitectura.
Arquitectura transitiva de la esfera pública
Al combinar la demolición del Muelle 40 con la transformación estacional del Parque James J. Walker, la deconstrucción constructiva define la arquitectura como una negociación continua entre estructura, uso y tiempo. Los sistemas temporales y utilitarios, a menudo vistos como sistemas periféricos, se replantean como marcos espaciales que apoyan la participación ciudadana. El proyecto propone un modelo alternativo de diseño urbano en el que los sitios de construcción y la infraestructura restante pueden convertirse en terreno público activo. Al centrarse en la adaptabilidad y el uso colectivo, la deconstrucción constructiva posiciona a la arquitectura como una práctica transformadora, constantemente influenciada por la dinámica urbana.

El techo repavimentado alberga una cancha de baloncesto; la planta baja se convierte en un campo abierto con una pista para correr, bancos y habitaciones mínimas, todo rodeado por nuevas cercas y redes para crear patios y particiones.

El hangar oxidado fue reemplazado por una nueva cerca que recorría su altura original, dividiendo el patio, mientras que las redes y las paredes redefinieron la apariencia del edificio.

En verano la estructura se convierte en jaula de balonmano, poste de luz de piscina y tribuna para espectadores, mientras que en invierno se desmantela e integra con el parque, dejando huellas a la espera de los partidos de la próxima temporada.

La modesta estructura del CLT sirve como utilería teatral y alberga deportes y actuaciones. Su desmantelamiento estacional permite transformar la sala de balonmano en nuevos formatos de juego y encuentros comunitarios