Edificio de Prácticas Musicales de la Universidad de Los Andes / Carolina Jaimes + Juan Esteban López + Alejandro Puentes


Descripción de la presentación del equipo del proyecto. Resonancia de freno – Entre el silencio del cemento y los ecos de la madera, un nuevo edificio aparece silenciosamente en el campus de la Universidad de Los Andes. La caja de música es algo que contiene más de lo que muestra: una arquitectura que no busca imponerse, sino resonar.

El proyecto nació en 2017 en un concurso para graduados menores de 40 años, que reunió a los arquitectos Carolina Jaimes, Juan Esteban López y Alejandro Puentes, tres amigos que se formaron en la misma universidad. «Nunca habíamos trabajado juntos antes, pero nos pareció una oportunidad de hacer algo interesante», recordó López. La convocatoria, organizada por la Escuela de Arquitectura y el Departamento de Música, buscaba una propuesta que abordara el doble desafío de proporcionar a la universidad un espacio dedicado a la práctica musical manteniendo al mismo tiempo el equilibrio urbano y paisajístico de un campus con valor patrimonial.

Siete años después, el edificio de 750 m2 se ha convertido en un volumen silencioso, medio enterrado entre la Escuela de Arquitectura y el Campito de San José, un antiguo pabellón que siempre ha sido el corazón social, cultural y artístico de la universidad. «Queríamos conectar el campus de una manera casi silenciosa», explica Puentes. Dos tercios del edificio son subterráneos, un gesto no sólo por razones acústicas sino también para mantener vistas despejadas de las colinas orientales.

Mirando desde afuera, El edificio se concibe como un volumen liso de hormigón visto. No hay decoración ni cacofonía: sólo una presencia cerrada que parece estar esperando ser descubierta. En su centro, un vacío rompe la compacidad del volumen e introduce luz natural a las plantas inferiores. Más que un simple atrio, este espacio sirve como espacio de reunión, ensayo y actuación, un lugar donde el sonido puede expandirse libremente antes de volver a contenerse.

El espacio como herramienta. – nombre caja de música Aparece tanto en conversaciones de equipo como en corto de competencia. «Empezamos a hablar de cajas de música… y luego nos dimos cuenta, en corto “Así lo llamaban”, recuerda Jaimes. La coincidencia se convirtió en un eje conceptual: El edificio se concibe como una herramienta de construcción que emite sonido al abrirse.

El programa está organizado en tres niveles respuesta diferentes intensidades de sonido. Las salas de ensayo y los estudios de grabación se encuentran en la planta inferior y fueron diseñadas en base a caja dentro de cajaeste sistema separa cada recinto de la estructura principal para eliminar vibraciones y garantizar un aislamiento absoluto. Las pruebas y cálculos fueron desarrollados por la empresa de acústica WSDG, con sede en Miami, en colaboración con el ingeniero colombiano Daniel Duplat, quien adaptó los estándares internacionales a las condiciones tropicales. Bogotámarcado por la humedad y la altitud.

Los pisos superiores albergan áreas de circulación, salas de control y espacios públicos, promoviendo la interacción entre músicos y arquitectos. “Queríamos que fuera un lugar donde los estudiantes pudieran reunirse de manera informal y donde las voces no estuvieran restringidas sino que pudieran ser escuchadas”, explica Jaimes. El espacio central actúa como sala de resonancia entre las distintas plantas, generando un ambiente dinámico y en constante cambio según la hora del día o el tipo de actividad.

La estructura del edificio se apoya en dos grandes vigas de hormigón, dejando el nivel inferior completamente libre, creando un espacio sin columnas ni distracciones visuales. «No hay un marco vertical. Todo es vidrio continuo», dijo López. Esta continuidad del plan crea una sensación de transparencia arquitectónica que contrasta con la densidad de los materiales estructurales.

Dualidad de materiales y sentidos: la materialidad del edificio crea un diálogo entre opuestos: hormigón frío y madera cálida, opaco y translúcido, pesado y ligero. “El contraste entre tecnología y sentidos es fundamental”, afirmó Jaimes. El hormigón visto da una sensación atemporal, mientras que los paneles de madera clara del interior absorben y suavizan el sonido, convirtiendo cada habitación en un microclima acústico.

Las superficies interiores están diseñadas a mano con precisión: paneles en ángulo, marcos ocultos y costuras invisibles evitan reverberaciones no deseadas. La luz natural se filtra a través del vacío central, bañando las paredes de madera y revelando sus texturas en matices cambiantes. El resultado es una atmósfera cálida e inclusiva donde cada superficie parece participar en el ritmo del edificio.

En el exterior, el hormigón desempeña el papel de paisaje. El color gris claro de los materiales se mezcla con el cielo de Bogotá, mientras que los techos verdes y los jardines de lluvia plantados con especies nativas amplían la topografía del campus. El recorrido peatonal se adapta a la pendiente del terreno, conecta la Escuela de Arquitectura y Campito y aborda la accesibilidad sin cambiar el carácter del lugar. «El edificio crea un silencio entre los ladrillos tradicionales y el color naranja de los edificios vecinos», describe López.

Resonancia y memoria—— Desde su creación en septiembre de 2024, caja de música Se ha convertido en un referente dentro de la universidad. Su apariencia sobria y su versatilidad lo han integrado en la vida diaria de estudiantes y profesores. «A veces la gente dice: ‘Nos conocimos en Music Box'», dijo Puentes. El apodo parecía trivial al principio, pero con el tiempo se volvió emblemático del afecto que generaba el edificio.

Además de su uso directo, el proyecto también tiene un profundo significado simbólico para su autor. «Esto es nuestro eje mundial“Este es un centro de práctica profesional, un lugar de referencia”, afirmó Puentes. Para el trío, la intervención en su campus fue un acto de gratitud y responsabilidad: una oportunidad de contribuir a la continuidad arquitectónica de un lugar marcado por las obras icónicas de Bermúdez y Cerrone.

Con el tiempo, los arquitectos quisieron que el hormigón adquiriera una pátina natural y que la vegetación lo abrazara plenamente, integrándolo en el paisaje. «En 10, 15 o 20 años podría ser un edificio muy interesante».Jaimes esperaba. porque caja de músicano sólo un edificio, Es una pausa sonora en el tejido urbano: una resonancia interior que conecta memoria, materialidad y paisaje.
